"Lo que necesitamos son libros que hagan en nosotros el efecto de una
desgracia, que nos duelan profundamente como la muerte de una persona a quien
hubiésemos amado más que a nosotros mismos, como si fuésemos arrojados a los
bosques, lejos de los hombres, como un suicidio;
un libro tiene que ser el hacha
para el mar congelado que llevamos dentro
."

Franz Kafka


lunes, 28 de julio de 2008

La cuenta bancaria

Hay noticias que aunque podamos olvidarlas, son capaces de sacudirnos intempestivamente, dejándonos inmóviles y estupefactos por algunos segundos. Es la recepción que uno hace –muchas veces sin consciencia- de algún hecho o información externa con la que no contábamos y que nos coloca en una posición no deseada o inclusive aborrecible, inundándonos en un mar frío que nos sacude el cuerpo y nos recuerda lo vulnerables que en realidad somos.

Dicha noticia puede ser una ridiculez sumamente trascendental dadas las circunstancias, como el hecho de recibir un jalado cuando tu mayor preocupación era sacar un 19 o un 20; muchas otras veces sin embargo, puede ser realmente una noticia que marque un antes y un después en tu vida: que nació la hija de tal amiga, que fulana de tal se encuentra delicada de salud o inclusive que falleció un familiar. Afortunadamente en este viaje no me tocó enfrentar noticias devastadoras, pero cuando menos sí preocupantes.
Nunca olvidaré el día que saqué el estado de mi cuenta en el banco y vi que solo quedaban 150 euros, no sé qué cara habría puesto pero recuerdo que una de las chicas del banco me ofreció un vaso con agua y de paso algunos segundos de distracción gracias al escote divino que llevaba y que estoy seguro resulta más efectivo para recuperar personas de la depresión que cualquier visita al mismísimo Freud.
Al día siguiente salí a buscar trabajo por Münster. Luego de darse cuenta que uno está en la banca rota es sorprendente como un ser humano puede perder la timidez y mejorar al mismo tiempo su fluidez en lenguas que ni siquiera forman parte de la familia de las lenguas romance. Me pasé toda una tarde entrando y saliendo de restaurantes y cafés, algunos de arranque me dijeron que no buscaban meseros por el momento, otros me dijeron que deje mi teléfono y uno que otro se mostraba más interesado en salir a tomar un café conmigo que en darme trabajo. Fue, en fin, toda una odisea.
Antes de conseguir mi actual trabajo recuerdo haber entrado en la desesperación. Lo peor de todo es que al estar en un país que no es el tuyo y el cual no conoces bien, las ideas que se te vienen para hacer dinero enfrentan la dificultad de adaptarse a normas laborales y normas de orden público un tanto estrictas. Un día, sin embargo, llegó mi compañero de departamento del trabajo y me dijo que se iba a ganar dinero con el negocio del vampirismo. Yo no lo dudé ni un segundo y lo seguí con mi bicicleta hasta la clínica donde él suele vender sangre una vez al mes.
Llené miles de formularios, pasé algunas entrevistas y cuando la vida parecía sonreírme nuevamente, una doctora me llama a su escritorio y me dice que, como lamentablemente en el Perú existen algunas enfermedades contra las que los europeos no han desarrollado anticuerpos, no podía vender mi sangre que, dicho sea de paso, es B negativa, la más difícil de conseguir. Y ya me podían ver sentado en ese escritorio tratando de marketear mi propia sangre: que soy B negativo, que me he vacunado contra tales y cuales enfermedades o que vengo donando para diversas clínicas en Perú desde no sé qué año; pero al final, nada funcionó.
Semanas después conseguí un empleo y aunque chamba es chamba, preferiría convertirme en un donador profesional de sangre antes que seguir aguantando el mal genio del viejito con el que trabajo una hora por las mañanas, y los malos modales de la señora que tengo por jefa.

martes, 1 de julio de 2008

Super Deutscland

Hay pocas cosas que arrojan a los alemanes a las calles. Una de ellas puede ser sin duda la indignación frente a algún acontecimiento local o foráneo, como ocurrió -sin haber llegado a ser una marcha multitudenaria tampoco- en el mes de marzo en señal de respuesta-protesta al escándalo de la evasión tributaria en Liechtenstein. Otra razón, que no necesariamente involucra al hígado, es sin lugar a duda el fútbol.

El fútbol los bota de sus casas a las calles, las plazas, los óvalos y hasta a los puertos. Los más jóvenes bajan de sus bicicletas y prefieren caminar y cantar arengas al Nationalmannschaft, mientras los mayores los acompañan con el claxón del auto y agitan con la otra mano la banderita que cuelga de sus ventanas -ignoro, dicho sea de paso, con cual mano conducen en esos instantes-. Los aun más longevos son inclusive capaces de detener por unos segundos la algarabía de la gente con entradas espectaculares a las plazas; sino miren la foto de esta pareja alemana en su BMW: él con el polo rojo, la bufanda alemana y el casco de protección que no se lo sacó nunca, mientras ella, vestida de española baja de la moto y busca las primeras cervezas. Los dos arrancaron varios aplausos, incluso más que los que recibieron los jugadores alemanes.

El fútbol, en resumen, los desordena por unas pocas horas, ¡ y qué bien les hace el desorden a los alemanes de vez en cuando!. Del fútbol y no solo para el fútbol, les brota el patriotismo que llevan guardado desde hace varias décadas debajo de las camisas y de las blusas por culpa de otros desgraciados. Se diría pues, que durante esos instantes se dan licencia a ellos mismos para gritar que aman a su país y que se sienten orgullosos de ser alemanes. Lo gritan a todo pulmón y de grito en grito se van contagiando los unos a los otros, se van abrazando entre borrachos alegres y desconocidos, sin faltarle el respeto a nadie, ya sea alemán o extranjero, pues hasta para desordenarse mantinen sus límites. El fútbol los libera por unas horas de la injusticia que los llevó a reprimir el amor por su propio país y les devuelve la oportunidad de re-conocer un sentimiento que no tiene por qué ser radical ni extremista, y que en definitiva todavía parece dar sus primeros y cautelosos nuevos pasos.

Conforme muere la tarde del 29 de junio, los alemanes se van reuniendo en alguna plaza de la ciudad para ver en pantalla gigante el partido que esperan ganar, pero de lo cual no están nada confiados; después de todo, los alemanas son alemanes, sumamente razonables y realistas, aún en esos momentos. Ya instalados, empiezan a corear los nombres de los jugadores alemanes, ensayan las barras más conocidas y bromean y toman cerveza mientras esperan con ansias el comienzo de la final de la eurocopa 2008.

El resto de la historia ya todos lo saben. En Münster todos aplaudieron a su selección luego del partido, se terminaron de tomar sus cervezas y se fueron a sus casas apenados pero no tristes. Yo durante todo el partido intentaba divisar a Paco, un amigo español que hice hace poco y que se ha venido a vivir con su novia recién desde la semana pasada. Luego de algunos minutos de que acabara el partido ví a Paco: lo estaban felicitando los alemanes y él respondía sin poder disimular la excesiva alegría y su excesiva sed. Nadie le buscó bronca a Paco, nadie le insultó ni nadie le miró feo; bueno, tal vez solo las amigas de Katrin después de que éste las bromeara cachosamente.

Se ha terminado la eurocopa y con ella el desorden sano. Ignoro cuando volveré a ver a la gente como la ví de alegre y eufórica por las calles durante las semanas pasadas. Ignoro también cuándo estaré así de calmo cuando Perú pierda una vez más o cuándo diré, "bien jugado, no importa que hayan perdido, igual estuvimos en la final". Por ahora lo único que veremos los peruanos será el final de la tabla de clasificaciones al mundial, y qué amarga se hace la vida cuando el fútbol te da la espalda teniendo la posibilidad de jugar mejor.

domingo, 15 de junio de 2008

¿El eterno país de los unos y los otros?

La primera vez que vi a Simon fue un miércoles de mayo en un café de Münster ubicado en una de las calles empedradas que desemboca en la plaza principal de la ciudad. Aquel día todos los amigos de mi novia estaban afuera –entiéndase, en las bancas- tomando café y disfrutando de los primeros rayos de sol que ofrecía el 2008. Ni bien me acerqué a saludarlo me pude dar cuenta que aquél era el novio austríaco de Miriam (una amiga nuestra, mitad peruana- mitad alemana) que había estado en Perú por un año; no fue difícil llegar a esa conclusión pues llevaba un polo amarillo –diseñado por él mismo- estampado con la Estela Raymondi. Ese mismo fin de semana hubo una reunión en la casa de una de las amigas de Katrin, Anne estaba estrenando nueva casa –un depa en el que desde hace unos meses vive con su novio- y eso es motivo suficiente, en esta parte del mundo, para invitar al grupo de amigos y tomarse unas cervezas. En aquella reunión pude conversar nuevamente con Simon. Le pedí que fuese franco respecto a cómo le había parecido mi país y me dijo que le había encantado. Sé que fue sincero porque si bien rescató algunas cosas positivas no dudó en decirme que la inseguridad es un problema que no lo dejaba vivir tranquilo ni disfrutar sin miedo las posibilidades que le daba el Perú, o que tampoco le gustaba ese afán de algunos limeños por “demostrar” las comodidades materiales con las que cuentan, o que le chocó tremendamente la discriminación que existía entre peruanos y tal vez aún peor, la indiferencia hacía el mundo indígena.

Simon estudia arte en uno de los países más ricos de toda Europa. Austría su país, le garantiza la satisfacción de derechos sociales con los que millones de peruanos ni siquiera sueñan, y si bien sabe que tiene un futuro más o menos asegurado en el sentido que la idea de pasar penurias económicas le resulta inconcebible, Simón está dispuesto a dejar ese “paraíso” para irse a vivir al Perú. Así es, Simon se ha enamorado de un país o mejor dicho, de un país-reto. Lo suyo es el arte y sabe que eso a lo que nosotros los limeños llamamos “artesanía”, esconde técnicas ancestrales altamente valoradas por las universidades europeas que han puesto el ojo en el arte poco valorado por los peruanos mismos. Su propósito es contribuir desde su esquina –el arte- con el desarrollo de los menos favorecidos: de aquellas personas que son las menos valoradas, las menos escuchadas y/o las menos vistas, pero al mismo tiempo, las más interesantes. Esta idea de que los perdedores de la historia no solo tienen el derecho a ser escuchados, sino que además y paradójicamente son los que cosas más interesantes tienen que contar es algo que se lo escuché a Eduardo Galeano en una entrevista que le hicieran hace algún tiempo, y en la cual, confesó su sana envidia por países como Guatemala, Bolivia, Ecuador y Perú por ser países con un alto porcentaje de población indígena, memoria viva de su historia.
Hoy me he acordado de Simon porque después de mucho tiempo y debido a que en otro medio había escuchado un nueva perla de Aldo Mariátegui, hoy revisé su columna en el Correo. Lo trágico en esta ocasión no resultan sus comentarios –y no digo análisis político porque esta palabra resulta una camiseta que pesa mucho para este señor- sino el comentario de un incauto lector de aquel diario que Aldo Mariátegui reproduce; aquella persona dice: “El censo demuestra que cada vez son menos las personas que viven en los guetos serranos llamados comunidades campesinas. Cada vez hay más seres humanos que optan por occidentalizarse y dejar esa arcaica e indigna forma de sociedad, que por la gracia de los izquierdistas se pretende eternizar en pleno siglo XXI (…)La tarea debe resumirse en occidentalizar de modo urgente a esa población”.
Después de todo, me he dado cuenta que uno puede aprender mucho acerca de los defectos de su propia sociedad estando inclusive en el extranjero, como es mi caso. En mi país no solo hay porta voces de la globalización más radical y arrasadora, sino que hay periodistas que se supone han sido educados y que sin embargo reproducen en medios masivos muestras de intolerancia y de un "mesianismo cultural" tan ridículo como peligroso, tal y como lo demuestra el comentario que acabo de citar en el párrafo último. El mío es pues un país para enamorarse, como lo ha experimentado Simon, pero es cierto también que es un país profundamente dividido donde los unos ignoran a los otros, si tienen suerte; porque si no la tienen, los unos se imponen sobre los otros.

Nota: sigo contando los días que lleva José Carlos, su abuelo, conteniendo las ganas de levantarse de su tumba para pegarle a su nieto.

miércoles, 28 de mayo de 2008

El problema de los campesinos alemanes y el futuro de los productores de leche en europa

Hoy leí un artículo en la versión en línea del semanario "die Zeit" -uno de los más prestigiosos de Alemania-, acerca del problema de los campesinos lecheros. Si bien el artículo resulta muy general para poder comprender la situación actual de los productores de leche y el verdadero problema social, resulta interesante porque explica -brevemente- la protección que estarían a punto de perder los campesinos europeos y el nuevo mercado que se podría abrir para productores de todo el mundo. A continuación paso la versión en español de dicho artículo, la cual traduje en mis ratos de aburrimiento frente a la tormenta y los rayos que decoraron la tarde de hoy, el paisaje de Münster.
Los campesinos alemanes mantienen su huelga con éxito. Han dejado sin palabras al Gremio de Industrias Lecheras en el segundo día del boicot al suministro de leche. “Existe una disparidad norte-sur, cuanto más al sur, más grande se hacen las pérdidas”, dijo el miércoles el vocero del Gremio de Productores de Leche, y el Gremio Federal Alemán de ganado vacuno celebra desde ya los atractivos precios en el mercado spot.

Mientras los productores de leche se alegran y esperan recibir la ayuda de países europeos (al parecer la llamada de auxilio ha encontrado eco en gremios de campesinos productores de leche de Holanda, Suiza, Austria, Bélgica, Luxemburgo y parte de Francia), el comercio de leche no se hace todavía la idea de refrigeradoras vacías.
Oficialmente, la industria lechera se preocupa todavía poco por el boicot al abastecimiento de leche. “Los contratos entre la industria lechera y los comerciantes ya están cerrados y no se pueden romper”, dijo el vocero del Gremio de la economía lechera privada. El precio de 43 céntimos por litro de leche demandado por los campesinos no es justo en términos de mercado.
Eso, por supuesto, lo ven los campesinos alemanes totalmente de otra forma. Alrededor del globo los precios de los alimentos básicos suben, en el tercer mundo estallan revueltas por hambrunas, sin embargo quien produce leche debe aceptar actualmente una caída inaudita en el precio de ese producto, toda vez que los compradores de leche ofrecen menos de 30 céntimos por litro. Pequeños campesinos en inhóspitas regiones apenas pueden producir debido a eso.
Este fenómeno está relacionado hasta cierto punto con el alza de los precios de los alimentos básicos en la medida en que junto con el alza del cereal aumentan los costos de diversos alimentos para animales. Además, hoy en día la energía se vuelve cada vez más cara. Así, el Gremio de campesinos ya advirtió que un número considerable de agricultores tendrían que abandonar sus granjas pronto –si nada cambia-.
Un año atrás la situación se veía totalmente diferente en el establo de las vacas. En aquél entonces los productores de leche alemanes disfrutaban repentinamente del capitalismo, se sentían los engreídos del mercado mundial. El precio del litro de leche subió en aquél momento tan alto como nunca antes.
Fuerte fueron las quejas sobre la cuota de leche con la que, desde hace años, la Unión Europea limita la producción de leche de los países europeos, con el propósito de que nunca más hubiera un “mar” de leche. Muchos campesinos protestaron en ese entonces contra ese paternalismo de Bruselas. Ellos preferían producir lo que rindiesen las ubres de sus vacas.
La creciente demanda por leche en polvo ha despertado la competencia en el extranjero. Esta competencia, en contra de las reglas del mercado, ha generado que ahora se produzca más, y en consecuencia, el precio de la leche ha caído. En Alemania la situación se acentúa desde luego aún más a través de dos factores. En primer lugar preocupa la fuerza del poder de la demanda de la cadena alimenticia por presiones complementarias. Aldi –conocido supermercado alemán- y compañía pueden empujar a sus proveedores bastante rápido y masivamente hacia el borde de la escala de precios. A fin de cuentas, a ellos les quedan pocas alternativas pues la leche se descompone rápido y la competencia es grande. En segundo lugar preocupa la reforma del mercado agrario de la unión europea y sus futuras presiones.
Hasta la fecha los campesinos europeos eran protegidos a través de cuotas contra precios bajos. Cada agricultor podía producir tanta leche como su cuota lo permitía. Con eso la Comisión Europea se preocupaba porque la cantidad de leche quedase baja (en promedio) y con eso los precios, también en promedio, quedarían altos.
Estos privilegios resultan caros para los consumidores. Según la voluntad de la mayoría de los gobiernos europeos este privilegio quedaría válido máximo hasta el 2015. Por esa razón la Unión Europea recorta cada vez más y más el monto límite de producción. Esto significa que se producirá más leche y el precio bajará. Al final de esta reforma los campesinos europeos productores de leche deberán resistir la competencia del mercado mundial y por lo tanto o producirán más barato o se retirarán del negocio.

domingo, 18 de mayo de 2008

Las estatuas

Hay personas que formando parte del paisaje
son capturadas por el lente del turista,
al momento que descubre su propia aldea.


Son estatuas que se mueven y hasta hablan.
Que carraspean viejas y conocidas quejas,
mientras en el piso arrastran el futuro con el que nacieron.


Suelen esconderlas al interior de los mercados;
de aquellos cuyo piso no es parejo para nadie
y cuyo techo al descubierto,
las deja atadas al sol que las enmudece.


En el centro de las plazas son dejadas caminar.
Y las estatuas que aprovechan cada trago de libertad,
tejen a su antojo un nuevo idioma con el que pintan el paisaje
del que esperan algún día ya no formar parte.

jueves, 15 de mayo de 2008

Sin más alcohol ni cigarros, pero con un seguro al fin y al cabo

Hoy he comprado por fin mi seguro médico en Alemania. El que tenía de Perú era todo menos eso, podría incluso decir que mirarlo me producía una profunda inseguridad mezclada con retorcijos estomacales inaguantables. La historia podría empezar en aquella noche de febrero en la que me atacó por sorpresa el ardor más espeluznante que la mente se puede imaginar, pero para abreviar el asunto me remontaré al domingo pasado cuando en el tren que nos llevaba – a mi novia y a mi- a Oldenburg para visitar a su familia, me atacó por quinta vez aquel ardor insufrible. Fueron dos horas en las que sentía que el estómago se me estaba deshaciendo lentamente a pedacitos y fue tal vez por eso que cuando mi novia me preguntó si el dolor era tan fuerte como sugería mi cara, le respondí que de estar seguro que iba a tener que vivir con ese dolor por varios días contemplaría la posibilidad de acabar con el dolor yo mismo.

El dolor “pasó” – y de hecho suena chistoso utilizar esa palabra tan común para designar la ausencia del dolor, pues uno se pregunta: ¿a dónde mierda ha pasado entonces?- de un segundo a otro y sin avisar, tal y como había ocurrido en los meses anteriores. Cuando llegamos a la estación de tren, Hartmut –el papá de mi novia con el que ya no podré tomar más cerveza y me limitaré, en cambio, a jugarle ajedrez- nos recogió amablemente y me resondró casi indignado por no haber comprado un seguro con anterioridad, pues ahora cualquier consulta o emergencia costaría dinero. Aquél domingo compré mis pastillas contra la gastritis y el lunes acudí al hospital pues Katrin pudo advertir un cierto tono amarillento en mis ojos. Resultó que el ph de mi hígado –si entendí bien lo que me dijo la doctora- estaba por encima de lo normal y en consecuencia debía hacerme ver por un especialista lo antes posible.
A la mañana siguiente dejé Oldenburg con la pena que significa siempre despedirse de aquella familia –la de Katrin- tan divertida y amable, y me enrumbé junto con ella hacia Münster a buscar un gastroenterólogo. La cita la conseguí para las tres de la tarde, lo que me dio tiempo para acompañar a las doce del día a Katrin y a Reyna a la estación de tren. Ellas tomaron el tren que supuestamente yo también debería haber tomado; se fueron a Düsseldorf y de ahí tomaron un avión a Sevilla para pasar unos 7 días de relajo y de turismo merecido. El médico que me atendió fue el Proffesor, Dr., Dr. Foerster, un galeno que transmitía más seguridad que el Papa –lo cual en estos tiempos no resulta del todo un cumplido- cuyo padre había navegado en 1947 desde el puerto del Callao hasta la Polinesia en la famosa embarcación Kon Tiki para demostrar que los Incas pudieron colonizar dichas islas. El diagnóstico del Profesor Foerster fue colelitiasis y me recomendó un nuevo examen de resonancia magnética para poder determinar recién después, el tratamiento que debería seguir.
Lo que no me dejó tranquilo fue la posibilidad que deslizó el hijo de tan ilustre vikingo de hacerme una operación. Y no me dejó tranquilo no por el miedo a la operación misma sino por miedo al costo. Durante el martes y la mañana del miércoles yo parecía un alma en pena merodeando por mi casa: estaba sin ganas de terminar Memorias de mis putas tristes de Gabriel García Márquez, sin apetito, sin ganas de jugar wining y por último y lo que es peor, sin ganas de escribir nada. Llamé aquellos dos días a la central de Euroamerican Assistence -ojo que ese "seguro" me lo enyucaron en Intej- y la señorita cuyo nombre acabo de botar a la basura –que es donde debe sentirse sumamente cómodo- me negó la asistencia médica de emergencia aduciendo que ellos tenían “sus procedimientos” y que como ya había empezado a tratarme de forma privada, debía continuarlo así. Yo le respondí que en el contrato decía que uno podía prescindir de la llamada a la central antes de ser atendido médicamente en los casos de extrema urgencia, y le añadí que podía enviarle la factura del hospital si así lo deseaba, pero ella se quedó muda por unos segundos y repitió lo que su jefa le soplaba al oído. Yo ignoro si aquella señorita cuyo nombre yace en el jardín más digno que pude encontrarle puede realmente dormir tranquila sabiendo lo que hace para ganarse la vida: poner en riesgo la de los demás.
En fin, todo esto -como dice Martín Soto- ha terminado por volver a cambiarme. El hizo hace unas semanas una radiografía de mi paso por la facultad de derecho y me permitió conocerme un poco más a través de esas líneas que no han perdido la sinceridad y la elocuencia que lo han caracterizado siempre. Han venido preguntas viejas a mi cabeza y eso es algo que le estaré profundamente agradecido por siempre a la gastritis, a la colelitiasis y a Martín. Espero poder responder a esas preguntas pronto o quizá mejor que eso, prefiero que esas preguntas le abran el paso a nuevas y más incisivas preguntas. De momento me queda disfrutar de la tranquilidad que siento al saber que no estoy al “pecho calato” en Alemania y de recuperar el tiempo perdido y los contactos que he dejado estúpidamente de lado.

No logro evitar la sensación de verme como un estúpidamente afortunado en medio de tanta miseria lejana.

sábado, 26 de abril de 2008

La Aldea -parte I-

El día que Simón Chamorro regresó a la Aldea lucía una barba prominente y unas greñas que le cubrían los ojos, llevaba tatuado en el pecho desnudo el rostro de Aureliano Malpica y en la muñeca derecha, le colgaba la cinta donde le habían grabado los crímenes que había cometido: guardarse la cosecha de abril para venderla en el pueblo de Jirones y no haber asistido al templo tres domingos seguidos. La Aldea tenía sus costumbres ancestrales y se regía por normas muy estrictas que habían sido escritas por su fundador, el señor Malpica. Se trataba de una comunidad profundamente religiosa y muy famosa por ser el único lugar de la región donde nunca se había sufrido de hambruna. En la Aldea no existía la moneda, ni tampoco estaba permitido establecer comercio con los pueblos cercanos de la región, lo único que se practicaba al interior era el trueque. Los pobladores se dedicaban a trabajar el campo desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde, en la tarea ayudaban todos los hijos mayores de catorce años; luego de lo cual, asistían entusiasmados a la escuela hasta las siete de la noche. Las mujeres, en su mayoría, habían aprendido de sus madres el arte de tejer la ropa mientras narraban a sus hijos la historia de la Aldea, de esta forma confiaban en que los valores – escritos también por el señor Malpica-, nunca fueran a perderse en el tiempo o en el desierto.
Quien recibió a Simón Chamorro en el centro de la plaza fue José de Los Santos Malpica, jefe de la Aldea por más de treinta años y tataranieto del mismísimo Aureliano Malpica; como no podía ser de otra manera. José lo tomó de las manos y lo ayudó a caminar por la plaza empedrada mientras la multitud ensayaba algunos canticos y empezaba a aplaudir con euforia. Si bien Simón había perdido el sentido de ubicuidad hacía más de tres semanas en el desierto, supo reconocer que del lado del templo un niño gritó sorprendido: “¡Papá, ese hombre no va a llegar hasta arriba!” El padre del niño se prestaba a responderle enseguida, que nadie en la Aldea había muerto antes por haber pasado en el desierto los cuarenta días que mandaba el libro de purificaciones del señor Aureliano Malpica, cuando de pronto estalló en la atmósfera el sonido de un derrumbe armonioso. Fue el sol el culpable de la caída más rítmica que jamás se hubo escuchado en la Aldea. La sufrió -casi en cadáver- Simón Chamorro cuando se proponía subir el tercer peldaño de la escalera que lo llevaría hasta el pozo. La mugre del pelo ya casi no lo dejaba ver, pero fue en definitiva el brillo del sol lo que terminó por enceguecerlo cuando apoyaba el pie derecho sobre la escalara de madera, ocasionando que la puntería lo traicionase y enviándolo de bruces contra el piso empedrado. Sin embargo, Simón no duró en el piso ni dos segundos porque en seguida, la gente lo vio pararse y exclamando que se encontraba perfecto de salud, imploró que la ceremonia continuase.
José de Los Santos le agradeció en silencio a su tatarabuelo que aquel pobre joven no se hubiese muerto en el acto, de lo contrario se hubiera puesto en tela de juicio el procedimiento de purificación y probablemente hubiera sido requerido de dar alternativas, las cuales por supuesto no se encontraban escritas en ningún lado. Lo peor para José de Los Santos vino cuando Simón se inclinó para recibir el baño de purificación con el agua del pozo: no había más agua en el pozo. El encargado de custodiar el pozo y de cerciorarse que en el mes de mayo hubiese siempre la suficiente cantidad de agua para abastecer a la Aldea, era el señor Ribogerto Arinza, quien se apresuró a jurar -con la mano encima del libro: “Fundamentos de la Aldea”-, que había sido el propio Simón Chamorro quien, en un arranque de egoísmo, había tomado el agua del pozo para cultivar su propia chacra. Ante aquella vil mentira, Simón abrió los ojos y juntando las pocas fuerzas y el poco orgullo que le quedaba dentro del cuerpo, saltó encima del señor Arinza y le propinó dos puñetes que lo dejaron inconsciente.

La Aldea -parte II-

Una vez que se restableció el orden y luego de que Simón y el señor Arinza se abrazaran durante veinte minutos, conforme lo estipulaba el quinto párrafo del libro de purificaciones; los pobladores empezaron a exigir a gritos a José de Los Santos Malpica, que tomara cartas en el asunto y llegara a una solución justa. El jefe de la Aldea, sin embargo, no tenía idea de por dónde empezar. Simón acababa de regresar del desierto y aguardaba por el baño de purificación para completar el procedimiento establecido, cuando todos se enteraron que el mismo Simón había cometido otro delito. Sin embargo, no se hubieran enterado de ello, si el agua no hubiese faltado en el pozo.

Si bien José de Los Santos pensaba que era demasiado raro que recién ahora don Rigoberto Arinza revelase el crimen de Simón, no podía dudar de que quien jurase algo en nombre de los “Fundamentos de la Aldea”, no podía atreverse a mentir. Ya estaba casi seguro de que el único problema sería establecer el día en que Simón debería retornar al desierto por veinte días más, cuando cayó en la cuenta de que el párrafo veinte de los “Fundamentos de la Aldea”, le permitía a uno hacer justicia por sus propias manos en el caso de que alguna persona levantase falsos testimonios en contra suya. Dicha medida no podía ser desproporcional y estaba permitido por tal razón, defender el honor con dos puñetes como máximo; tal y como lo había hecho Simón Chamorro. Ahora el problema se había convertido en un verdadero laberinto para el cual no existía ninguna salida predeterminada. Las gotas de sudor que resbalaban por el cachete izquierdo de José de Los Santos, revelaban la desesperación que lo gobernaba por dentro a consecuencia de aquella incertidumbre.
Al cabo de treinta minutos y luego de ver al pobre José de Los Santos Malpica terriblemente confundido y sin atinar a dar una respuesta, Simón le pidió permiso para dirigirse al pueblo; la cual era una de las atribuciones que les eran concedidas -por costumbre- a los que iban a ser purificados. José de Los Santos pensó que su tatarabuelo se había apiadado de él y que había logrado que Simón confesara su delito; por eso no dudó en concederle la oportunidad de que se dirija al pueblo. Para su mala suerte, no se escuchó ninguna confesión. Muy por el contrario, Simón aprovechó la ocasión para convencer a todos de que el verdadero problema era la falta de agua para toda la Aldea. En seguida, fuertes lamentos y gritos de desesperación se empezaron a escuchar. Hasta ese momento de revelación nadie se había percatado de ese asunto. Para calmarlos, Simón les dijo que estaba dispuesto a ir a la cueva del norte para convencer al gobernador de la región de que abriera la llave sur que proveía de agua a la Aldea. Dicha llave había permanecido cerrada desde la fundación de la Aldea y era parte del trato al que había llegado Aureliano Malpica con el gobernador de la región; a cambio de lo cual, la Aldea adquirió autonomía total en su insignificante territorio.
Todos los pobladores acompañaron la propuesta de Simón con aplausos y silbidos. Ahora todos parecían reír descontroladamente y los canticos comenzaban, tímidamente, a inundar cada rincón de la vieja plaza. Aquel festín, sin embargo, no duró mucho. Toda esa algarabía fue interrumpida abruptamente por José de Los Santos Malpica, cuando les recordó que esa negociación resultaba imposible en tanto que no estaba contemplada en ninguno de los escritos de su tatarabuelo. -¡¿Qué nos estás diciendo Malpica, que debemos quedarnos de brazos cruzados y esperar la muerte?!-, gritó indignado uno de los pobladores que se encontraba postrado en unos de los muros cercanos al atrio donde se encontraban José de Los Santos Malpica y Simón Chamorro. La multitud se contagió de la energía que salió de la voz de aquel hombre y comenzó a agitarse y a corear el nombre de Simón, mientras éste, contemplaba casi desafiante al tataranieto de Malpica, convertido ahora en la sombra o un mal reflejo del que hasta hace un par de minutos fuera el jefe de la Aldea.
–Muy bien, muy bien, creo que debemos hacer algo al respecto pero, ¿qué pasa si el gobernador pide nuestra autonomía a cambio del agua?-, preguntó José de Los Santos.
–Creo que no es cuestión de alternativas sino de supervivencia, señor jefe de la Aldea-, contestó con firmeza Simón.
-¡A lo mejor el gobernador quiere otra cosa a cambio, ¿por qué no va usted con el valiente joven para asegurarse de que la negociación resulte provechosa para todos?!-, sugirió la madre del niño que hacía unos minutos, había vaticinado que Simón Chamorro no llegaría “hasta arriba”.

Luego de rascarse la barba blanca que llevaba con cierto orgullo, José de Los Santos Malpica aceptó acompañar a Simón Chamorro a cruzar el desierto en busca de la cueva del norte. Dicha cueva era hasta ese momento, uno de los mitos sobre los que se fundaba la Aldea. Al cruzar el desierto, José de Los Santos se desmayó tantas veces que Simón empezó a disfrutar la sensación que lo asaltaba cuando le cacheteaba para despertarlo. Por fin, cuando atravesaron la arena, escucharon la melodía zigzagueante de un río tembloroso que los invitaba a correr y sumergirse en él. Simón llegó al río al cabo de unos segundos y se baño en él hasta que divisó a lo lejos la cueva que andaban buscando. Cuando José de Los Santos llegó al río arrojó su cuerpo a la corriente refrescante. El agua fría lo despertó al instante pero lo suficientemente tarde como para que evitara el golpe que se dio contra una roca incrustada en medio del río.

La Aldea -parte III-

Cuando entraron a la cueva del norte vieron una mesa infinita, hecha de madera y ligeramente alta como para resultar cómoda para cualquier mortal. En el centro de la mesa se encontraba un viejo barbudo y lleno de arrugas que le decoraban el rostro insípido.

–Los he estado esperando desde siempre-, les dijo el viejo. –La verdad es que no sabía cuando iban a llegar, pero siempre supe que algún día su pueblo se quedaría sin agua por la avaricia de alguno de sus pobladores-, añadió abriendo los ojos.

-¡Queremos que abras la llave del sur, de no hacerlo moriremos en poco tiempo!-, se apresuró a exigir con voz de niño el jefe de la Aldea.

–Disculpe a mi padre, ha tenido dificultades en el desierto y ha olvidado decirle que estamos dispuestos a escuchar las propuestas que tenga-, añadió mintiendo Simón Chamorro.

-¡Qué grata sorpresa recibir en un mismo día a dos generaciones de Malpica en mi mesa; eso sí nunca lo hubiera imaginado, les soy franco!-, exclamó el viejo. –La verdad es que no me interesa pedirles mucho, no quiero quitarles, por ejemplo, la autonomía de la Aldea; pueden quedársela si lo desean. Lo que quiero a cambio de abrir esa llave es que los dos se queden a vivir en el pueblo de Jirones; que se queden para siempre y que no regresen nunca a la Aldea. Tienen que ser los dos o no hay trato-. Tengo que asegurarme de que ningún Malpica quede gobernando esa Aldea, pensaba en silencio.

-Lo siento pero tendrá que proponernos otra alternativa, mi pueblo no sabrá qué hacer sin mí y no puedo dejarlos a la deriva, no sería justo para nadie-, replicó con total naturalidad José de Los Santos.

Simón le jaló del brazo izquierdo y llevándolo a un rincón le cogió la cabeza con las dos manos sucias y clavándole los ojos en el alma, le recordó que había sido enviado para acompañarlo con el fin de obtener la mejor alternativa para la Aldea y no para él. Mantener la autonomía y abrir la llave era una opción soñada, casi casi imposible pero que por esos designios de la vida ahora les había caído del cielo. -¿Tú no entiendes?, la autonomía no puede entenderse sin un Malpica al mando; sería como dejar a ese río sin agua refrescante, sería la sinrazón.- le respondió José de Los Santos. -Además, ¡¿qué te hace pensar que me han envidado, ah?! , a mí nadie me ha dado ni me dará indicación alguna, ¿te has olvidado acaso con quien hablas, niño?
-Sé que Jirones les resultará extraño al inicio, después de todo casi no tiene templos, el comercio es el pan de cada día y por supuesto algunos pocos sufren de hambre, pero esto último lo estamos solucionando progresivamente. Además, a ustedes que les gusta participar en la política, podrán hacerlo ahí también; eso podría ayudar en algo a consolarlos-, se apresuró a comentarles el viejo luego de que escuchara la discusión. -¡Ya le he dicho que no existe forma de que me quede en ese pueblo, mejor piense en otra alternativa!-, le gritó enfurecido José de Los Santos mientras avanzaba hacia el viejo con una seguridad que empezaba a recuperar con cada paso que daba. Fue exactamente por darle la espalda a Simón Chamorro, que no pudo ver cuando éste le tiró la piedra que le terminó de partir el cráneo fracturado y lo arrojó inerte contra la infinita mesa de madera. -¡Niño, no sabes lo que has hecho!- exclamó con dificultad el viejo. -Más de lo que usted cree, señor.-, le respondió en el acto Simón.
Cuando se prestaba a abandonar la cueva para dirigirse a Jirones y luego de que el viejo abrió la llave sur, Simón no pudo contener la curiosidad y le preguntó desde cuándo vivía en esa cueva y a cuántos Malpica había visto desfilar por esa mesa infinita. El viejo le explicó que vivía en la cueva desde tiempos incalculables -al menos para él-, y que el único acontecimiento importante que recordaba era la fundación de la Aldea, pues a los pocos años él empezó a vivir en esa cueva. Le confesó que dejó su vida y a su familia en la Aldea; que incluso nunca vio nacer a su hijo y que harto de la vida que lo oprimía ahí, decidió mudarse a la cueva para liberar a los pobladores de la Aldea. –Sin embargo creo que me equivoqué, y de eso me di cuenta luego, justo antes de que me convenciera de que algún día volvería a ver a un Malpica-.
Se dieron un abrazo y antes de empezar a andar, Simón se volvió para recordarle al viejo que no le había dicho cuántos Malpica había visto desfilar en aquella mesa infinita. -Debería decir que he visto a dos, pero ahora estoy seguro de que solo he visto a uno.- le respondió el viejo con una sonrisa. Simón se rascó la cabeza con la mano ensangrentada y siguió su camino hacia Jirones tratando de averiguar lo que realmente había sucedido en esa cueva del norte. Al final, entró purificado -por el mismo-, a ese nuevo mundo con el que tanto había soñado durante las treinta y nueve noches en el desierto.

miércoles, 23 de abril de 2008

Gregor Samsa en Münster

Ayer el Prinzipalmarkt volvió a nacer y, por supuesto, Münster renació. Fue un verdadero privilegio manejar esa bicicleta fiel en el mismo instante en el que la metamorfosis tuvo lugar. El pedaleo fue volviéndose fácil y armonioso a medida que el sol iba tomando el lugar que reclamaba desde hace algunos días. Calamaro cantaba en mi oído y de pronto, la casaca negra que llevaba puesta me empezaba a quemar en la espalda. La letra hablaba de fumarse un porrito y yo por supuesto, buscaba el parque más cercano para completar la escena. Pasé el Arcade –el centro comercial más grande de la ciudad- y tuve que hacer unas piruetas para no atropellar a las dos chicas que disfrutaban de sus helados de chocolate recién comprados. Luego observé por primera vez, el “Salón de la Paz” -donde se había firmado la Paz de Westfalia-; tenía las puertas abiertas y la gente estaba saliendo apresurada para contemplar la metamorfosis inesperada.

Manejar mi bicicleta verde por el centro empedrado de la ciudad se había convertido de pronto en un verdadero placer. Ya no me congelaba la cara con el viento inclemente. Ya no se me hinchaban las manos por el frío miserable. Ahora hasta los pájaros habían llegado a la ciudad para recibir la primavera en primera fila. Los turistas, que tal vez siempre estuvieron ahí, se hicieron visibles por arte del sol y empezaron a capturar aquél milagro con el lente de sus cámaras. Los alemanes sonreían de felicidadad sentados en las mesas de los restaurantes; ahora ubicados en plena calle empedrada del Prinzipalmarkt. Las meseras nos regalaban escotes primaverales que adornaban el paisaje y hacían olvidar la belleza de las casas reconstruidas al estilo de los años cincuenta, como consecuencia del devastador bombardeo de la segunda guerra mundial. Mientras todos se quitaban las casacas y se quedaban en polos de manga corta, todas estrenaban sus faldas recién compradas y se quedaban con muy poco en el cuerpo. Gracias a ello, nosotros nos quedamos con mucho más en el nuevo paisaje.
Hoy, el día ha confirmado el cambio. Ya no estamos más en la República Federal Alemana, sino en la Sommerbundesrepublik Deutschland. Este país no es el mismo que el de anteayer. Estoy seguro que de seguir vivo, el mismísimo Jellinek apoyaría mi moción de cambiarle el nombre a Alemania durante la primavera y el verano. El argumento es irrefutable: este es otro país, otra Alemania transformada de pies a cabeza por el sol. Las personas son otras -sin ninguna duda-, el territorio ha cambiado drásticamente y por último, el poder se ha transformado; sino échenle un vistazo a los escotes de Angela Merkel –aunque no me responsabilizo por las secuelas nefastas que ello pueda traer-. Esta metamorfosis me dejó tan estupefacto, que en medio de responsabilidades pendientes que cumplir y noticias trascendentales que comentar, el día de hoy opté por dejar "la consciencia" en mi habitación y me fui con mi novia a echarnos sobre el nuevo territorio alemán: esparcimos nuestra alegría por el pasto y combatimos el calor que empezaba a sofocarnos con un libro que ella me leía en tres idiomas; a los lejos, unos niños alemanes de unos ocho años se contagiaban de la fiebre de la primavera y jugaban con un cerveza alemana muy refrescante.
Asistí luego y un poco tarde, a la clase de Derecho Constitucional Español y pude comprobar que la profesora también había sufrido su metamorfosis. Se veía menos preocupada por averiguar si los alumnos entendían perfectamente el derecho español. Vestía un pantalón negro muy ceñido y un escote que le quitaba de encima algunos años; y por si fuera poco, sonrisas coquetísimas se le escapaban en medio de explicaciones teóricas sobre la discriminación. Por supuesto, casi todos los hombres se la pasaron discriminando en la clase: miraban los escotes de las dos rubias de la esquina en lugar del escote español. Yo sin embargo no los culpo y aliento, a mucha honra, esa clase de manifestaciones contrarias a la Constitución de Bonn y de España.

domingo, 20 de abril de 2008

El ardor que me hizo recordar algo

Aunque no puedo decir que he vivido momentos difíciles en este viaje siento que hay al menos algunos temores que he empezado a sentir y que me han hecho reparar en cuestiones fundamentales que nos importan a todos. En este viaje he querido conseguir un poco más de dinero, en principio, para costear algunos placeres propios de los jóvenes que quieren conocer un poco más de Europa y que tienen algunas facilidades para hacerlo. En estos momentos sin embargo, el conseguir ese dinero se ha vuelto un poco más que una necesidad. Tuve la oportunidad de hacer unas prácticas en la embajada peruana en Berlín y la verdad es que fue algo que no me costó mucho, a lo mucho un par de llamadas y un correo electrónico con mi CV. Luego obtuve esa práctica que es muy bien vista en esta parte del mundo y pude añadir a mi CV una experiencia irrepetible. Puedo decir, con cierto temor de sonar a sobrado, que ya en Lima había conseguido prácticas en los mejores estudios de abogados con relativa facilidad. Al principio no supe valorar lo que había “conseguido” y de eso se encargaron mis jefes de hacérmelo notar, más o menos a tiempo y con bastante tino. Luego de la lección aprendida valoré cada plaza que se me confiaba y creo haberme desempeñado con responsabilidad y mucho sentido de compromiso.

Hace varias semanas ando buscando trabajo en lo que sea. Y “lo que sea” tiene por supuesto algunos reparos, pero son tan pocos que el adjetivo calza a la perfección y demuestra esa vehemencia con la que uno abraza la idea de obtener ingresos de forma desesperada. Por supuesto no estoy buscando prácticas en algún estudio de abogados porque eso resulta muy poco probable y es algo que se debe gestionar con mucha anticipación. Por el momento sueño con ser mesero, cocinero o tal vez la persona que atiende con un sonrisa a los clientes desde la barra de algún bar o discoteca. He marcado miles de teléfonos pero todos me dicen que buscan a alguien con esa experiencia que no aparece por ninguna parte de mi CV. Mi novia me mira y no puede creer que me resulte tan difícil conseguir una chamba. Yo me quedo mudo ante esos ojos verdes infinitos y me muero lentamente de lo que probablemente sea conocido como el primer caso de frustración crónica e irreversible. Sin embargo no pierdo las ganas y eso se debe en parte a que todos funcionamos altamente motivados cuando la necesidad toca a nuestras puertas todos los días. Lo que sucede es que me han venido unos dolores que ya no tolero más. Son ardores insufribles en la boca del estómago, lo cual me hace pensar que tengo gastritis. Ya he ido dos veces al doctor y la cuenta es de cómo 100 euros. Por esa razón he decidido comprarme un seguro y claro, tengo la suerte de pertenecer a ese minúsculo grupo de peruanos que pueden recibir dinero de sus padres ante tales casos, lo cual es un alivio injusto.

Quiero conseguir el empleo porque me gustaría devolver ese dinero y sentirme un poco responsable haciendo un esfuerzo que está a mi alcance. La pregunta es, por otro lado, ¿cuántas personas viven en mi país y en el mundo con escazas posibilidades de arreglárselas por sí solos consiguiendo un seguro eficaz en el mercado? Pues ciertamente poquísimos. ¿Y en todo caso, qué tan libre puede ser uno en esa situación? ¿Cuántas vidas se viven en estos momentos con el pecho al descubierto? Pues al menos un número lo suficientemente incalculable y dramático como para hacerle a uno pensar que la salud no puede convertirse en un derecho cuya satisfacción sea relativa y dependiente de las capacidades económicas de cada ser humano. Ni tampoco es admisible creer que el estado no tenga el deber de satisfacer ese interés hoy mismo. No existe libertad sin salud. Tal vez sea realmente ilusorio lo que exista sin ella al fin y al cabo. Somos en principio, totalmente dependientes de nuestro cuerpo y nuestra capacidad para desarrollarnos en la vida depende de la tutela de ese derecho. En fin, éstas son solo frases incapaces de describir la angustia y el drama que muchos padecen y que por algún medio de comunicación muchos de nosotros alguna vez hemos oído. Pero si de algo al menos me ha servido este viaje es que me ha enseñado a valorar eso que muchos damos por sentado en nuestras vidas privilegiadas.

jueves, 10 de abril de 2008

¿Y a ti, también Telaven?

La prensa internacional ha tenido en la mira a Hugo Chávez desde hace ya varios años. Sus polémicas declaraciones y su afán por poner en práctica lo que él mismo llama "socialismo del siglo XXI", son razones suficientes para no perderle el paso ni cuando duerme. Las críticas le han caído casi de todos lados, tildándolo de dictador, autoritario y hasta de "mal educado" (recuérdese sino el incidente con el Rey de España en Chile) ; pero sin embargo sigue contando con un fuerte respaldo de la población venezolana. Uno de los temas más delicados que afronta su gobierno es sin duda alguna, la libertad de expresión. Justamente hace dos días, la prensa internacional cubrió la noticia de la "censura" que sufriera Homero en la tierra de Bolívar, cuando los Simpson fueron considerados como un programa perjudicial para los niños.
El diario ABC de España comenta la noticia con la siguiente frase: "Hugo Chávez nacionaliza La siderúrgia y prohíbe la serie de Los Simpson". Sin embargo y en el desarrollo de la misma, informa que Conatel (el Consejo Nacional de Telecomunicaciones venezolano) había recibido quejas de padres de familia sobre el contenido de la serie y que habiéndole recordado a Televen -canal emisor de dicha serie- que bajo la ley de Responsabilidad Social vigente en dicho país, no estaba permitido pasar en ese horario -once de la mañana- programas que requieran de orientación de los padres, fue dicho canal quien optó por sacar de su programación a Los Simpson, poniendo en su lugar a los pechos de Pamela Anderson corriendo por las playas de Santa Mónica en traje de baño.
La versión on line del semanario alemán Der Spiegel fue un poco más exacta con su titular y la redacción del artículo que comentaba la noticia. No dijo en ningún momento que fue Hugo Chávez quien tomó la decisión, ni tampoco que Los Simpson fueron censurados. Sin embrago y hacia el final del artículo en cuestión lanza la pregunta de si dicho Presidente apoyaría la intervención de la Conatel, añadiendo en seguida que de ser así tendría algo en común con su archi rival, George W. Bush, cuyo padre criticó arduamente dicha serie por considerarla atentatoria contra los verdaderos valores del pueblo americano, defendiedo -en cambio- la serie que sí recogía el ideal de la familia americana, "los Waltons". Cabe la pregunta de si dicho semanario esperaría que Angela Merckel se pronunciara sobre un hipotético caso similar en la televisión alemana. Es más, y como dato anecdótico aprovecho en comentarlo, Los Simpson se transmite en Alemania a las seis de la tarde.
Como corolario y para decirlo sin mucho enredo: a mi el señor Hugo Chávez me causa repulsión. La verdad es que casi no puedo escuharlo más de un minuto sin sentir arcadas. No simpatizo con sus ideas ni con su forma de hacer política. Y aunque después de lo ocurrido con la licencia del canal venezolano RCTV, no me quedan dudas respecto a que la libertad de expresión en dicho país es tan respetada como la árbitra peruana Silvia Reyes, eso no justifica la falta de seriedad con la que muchas veces son tratadas las noticias concernientes a Venezuela. Hugo Chávez no ha sacado del aire a Homero, han sido dos fuertes razones las que han privado a los venezolanos de reirse un poco por las mañana: los senos de Pamela Anderson. Los Simpson podrían regresar en otro horario y sin problemas, lo que falta es la decisión al respecto de Televen.

martes, 8 de abril de 2008

Primera clase, primera impresión

Cuando la alarma del celular sonó, me demoré exactamente dos segundos en desactivarla y diez en volverme a dormir. Me desperté veinte minutos más tarde con la misma sensación con la que me había despertado durante varias mañanas del 2007: un frío espeluznante (literalmente y auque no tengo mucho pelo) en la parte superior de mi cráneo que se acrecentaba en la medida en que aquel hombre desconocido apretaba su pistola contra mi cabeza. Al principio pensé que no debía preocuparme y que no era más que un sueño, que Haro no podía haberse tomado la molestia de viajar a Alemania para despertarme como solía hacerlo todos los viernes a las cinco y media de la mañana para que asista puntualmente a su seminario. Al mirar el reloj que marcaba las siete en punto de la mañana, aquella sospecha se convirtió en una verdad irrefutable; comparable, tal vez, con los dogmas que "se" desayuna todos los días, antes de ir a dictar clases, el querídisimo profesor de Derecho Civil de la PUCP con acento italiano (según el mismo cree). Sin embargo y aunque la cara no se la pude ver hasta las ocho y cuarto, el verdadero culpable de aquel sacrilegio fue el Profesor alemán Fabian Wittreck, quien tiene a su cargo el dictado del
curso Staatsrecht I (Grundrecht).
En efecto, el día de hoy empezó temprano, en realidad, muy temprano para mi gusto. Me desperté como solía hacerlo cuando tenía clases de "Competencia I" y de "Seminario sobre Competencia" con Haro y Luque, las únicas clases que valiendo la pena a esa hora del día, deberían sin embargo ser consideradas como una práctica académica atentatoria contra los derechos humanos. Aunque acabé de despertarme como dios manda recién a las ocho y veinticinco, estoy convencido de que todo el ajetreo que implicó asistir puntualmente a clase, manejando la bicicleta a menos dos grados centígrados y con los ojos cerrados, valió la pena con creces. El profesor de Staatsrecht I, lo que vendría a ser en la PUCP: Derecho Constitucional, empezó su clase ubicando la materia que tiene a su cargo dentro del Ordenamiento Jurídico Alemán, algo que no he visto hacer a ningún profesor de mi facultad en los cuatro años que tengo estudiando ahí. Tal vez a muchos no les parezca nada trascendental pero en el fondo he contado esto para ejemplificar y resumir lo minuciosas y ordenadas que son las clases introductorias o mejor dicho de "cursos Grundlagen" (fundamentales) que se imparten en la facultad de derecho a la que ahora asisto como parte del intercambio que hago en Alemania.
La clase estuvo llena de datos históricos, estadísticas, conceptos, bromas, preguntas, re-preguntas, consejos importantes y de algunas frases célebres de filósofos que intentaré encontrar en el "intranet" de la universidad para traducirlas y subirlas al blog. Destacó el hecho de que el profesor hiciera hincapié en lo importante que resultaría la Argumentación dentro de nuestras vidas, cerrando la presentación del curso recordándonos que en el Derecho nadie tiene ni tendrá la última palabra. Aunque he visto a profesores de la facultad de derecho de la PUCP explicar mejor esas ideas, reconozco que no son muchos (es más diría que escasean) los profesores que las pueden transimitir con pasión y fundamentos sólidos en cursos fundamentales o de introducción. Para vivir la experiencia de escuchar una explicación animosa, reflexiva y hasta reveladora (dependiendo de lo que uno entienda "por" y "del" derecho), recomiendo a los interesados se inscriban, visiten o de una vuelta y caigan "puntualmente" a la clase de Filosofía del Derecho, del Profesor Gorki Gonzales; y el siguiente ciclo a los que se inicien en la Rechtswissenschaft como dicen con exactitud los alemanes, les recomiendo se inscriban en el curso de Introducción a las Ciencias Jurídicas del mismo Profesor.
Nota: Las recomendaciones han sido extendidas con el mayor grado de imparcialidad y neutralidad imaginables.

lunes, 31 de marzo de 2008

Unas chelas con Paul y Basti en la cocina

Basti: -¿Cómo será cuando regreses a tu país?-

Yo: - Supongo que un poco extraño, como la última vez.-

Basti: -Pero, ¿contento?

Yo: - ¡Ah, claro que sí!, de todas formas contento.

Basti: -Lo digo porque … Por si acaso no quiero sonar ofensivo, y es más, no conozco exactamente mucho sobre tu país, pero lo que intento decir es que de repente vas a ver mucha más …-

Yo: -¿Pobreza?-

Basti: -Sí, y no sé si es que haya mucha cómo he escuchado que hay en Argentina y en Brasil.-

Yo: -Puedes estar seguro de que es así o peor.-

Basti: -¿Y puedes regresar contento con tanta pobreza alrededor?-

Yo: - Buena pregunta. Ahora que me toca responder, me imagino que debo decir que sí. Desgraciadamente hemos llegado al punto de “vivir” tranquilos en medio de ella.-

Basti:- Tal vez sea porque no la ven tan de cerca, tan próxima ¿me entiendes?-

Yo:-¿A la pobreza?, no, no es por eso créeme. Es más bien porque hemos aprendido a discriminar hasta lo que vemos en la realidad.-

Basti:- Pero si Paul Watzlawick ha dicho que la realidad no existe, ¿no te lo dije ayer, ebrio de porquería?

Yo:- Pues entonces, ¡salud por ese marica que ha dejado dormir tranquilos a millones de personas, sin habérselos contado todavía!

viernes, 28 de marzo de 2008

Selber Schuld y el fraude tributario (parte II)


Al frío áspero de febrero suele combatírsele en Alemania con la celebración de los carnavales. Muchas ciudades se inundan de desfiles, disfraces, música a todo volumen, cerveza, Bratwurst, bailes y por supuesto, más cerveza. Combinación suficiente, dependiendo del grado de alcohol, para hacerle olvidar a uno que en las noticias pronostican vientos huracanados y que el termómetro marca los dos grados centígrados. Sin embargo, este año en Alemania la temperatura subió abruptamente a mediados de febrero no por los festejos, sino como consecuencia del escándalo fiscal más grande de la historia de este país, al descubrirse que aproximadamente cuatrocientos mil millones de euros fueron a parar a Liechtenstein en lugar de incrementar las arcas fiscales teutonas.

El ex administrador de la Deutsche Post, Herr Zumwinkel, nunca olvidará la mañana del 14 de febrero en la que, minutos después de las once, efectivos de la policía alemana entraron a su casa para detenerlo por evasión tributaria en medio de una operación que fue transmitida por televisión y seguida ante la mirada atónita de millones de personas. A pesar de las escenas espectaculares transmitidas por televisión, su caso no es más que la punta del iceberg contra el que se ha chocado un país que confiaba a ciegas en la integridad de su modelo de economía social de mercado. Según información del Bundesnachrichtendienst (Agencia Federal de Inteligencia Alemana), los implicados son cientos de alemanes dentro de los que se encuentran personalidades muy famosas del mundo de las finanzas, los negocios y hasta del deporte.
El semanario Der Spiegel, detalló en su edición del 18 de febrero los pasos que se deben seguir para abrir una Fundación en Liechtenstein con fines ilícitos. Basta con que el fundador se contacte con uno de los 300 fiduciarios que existen en ese país, abone un pago por los derechos de constitución de la fundación y reciba un título de fundación, para que enseguida pueda depositar su dinero. A cambio de confiar en el sistema de Liechtenstein, su nombre no aparecerá en ninguna lista de datos. El fiduciario abrirá después, en nombre de la fundación, una cuenta en cualquier lugar del mundo donde sólo su nombre será el que aparecerá en los registros públicos accesibles y sólo él conocerá el verdadero nombre del fundador.
En el año 1997 se desató un escándalo relacionado también con la transferencia de capitales extranjeros hacia Liechtenstein. En aquella oportunidad los medios de comunicación pusieron al descubierto el verdadero rol que jugaban la mayoría de Fundaciones constituidas en ese paraíso fiscal. Se hizo público que dinero proveniente de cárteles de droga sudamericana era depositado en “cuentas sin nombre” en el LGT-Bank, de propiedad de la familia del Principado. En seguida, la presión internacional fue tan fuerte que el Principado prohibió las cuentas anónimas y dio cabida a estrechas relaciones con diferentes países mediante las cuales se permitieron investigaciones sobre presuntos fraudes y conductas delictivas: menos sobre fraude fiscal.
El actual escándalo, a diferencia del mencionado arriba, reviste de particular trascendencia debido a que no sólo se han encontrado datos de evasores fiscales, sino además instrucciones del propio Principado para encubrir el flujo de capitales. Es por ello que mientras existan bancos como el LGT-Bank no cabe dudas de que el Ministerio Público de Liechtenstein se rehusará a abrir investigaciones serias y optará por hacerse de la vista gorda. Ante este escenario, el verdadero problema de carácter internacional que subyace al escándalo es la responsabilidad de un gobierno por encubrir o alentar el fraude fiscal.

Por otro lado, la dimensión interna de este escándalo deja al descubierto dos problemas que han capturado la atención pública durante el mes de marzo, a saber: (i) si es correcto o no que la Agencia Federal de Inteligencia se dedique a perseguir a evasores fiscales “en lugar” de perseguir terroristas; y, (ii) la viabilidad del sistema económico y democrático alemán. Respecto al primero, una Comisión del Parlamento Alemán investiga por el momento, la participación exacta que tuvo la Agencia Federal de Inteligencia en esta operación. Esto no le resulta extraño a la mayoría de alemanes, quienes apoyan esta acción, ya que dicha Agencia pagó nada menos que cinco millones de euros al informante y ex trabajador del Banco LGT-Bank a cambio de un DVD con la lista de los evasores.
Lo que llama la atención en medio de esta crisis es que, habiendo tenido lugar en medio de elecciones, el escándalo no ha sido utilizado por ningún partido político como argumento para criticar la política anti-terrorista del gobierno. Esto tiene que ver con que el tema está empezando a ser digerido y terminado de creer por todos, pero sobre todo también con la ausencia de atentados terroristas concretos y el hecho de que el actual debate sobre los procedimientos más idóneos para los acusados de terrorismo se lleva, como la mayoría de estos temas, a un nivel muy alto donde juristas y jueces debaten con políticos y líderes de opinión. Esto último en especial, había captado la atención pública durante las últimas semanas de enero, de tal forma que una crítica oportunista resultaría en estos días una espada de doble filo.
La verdadera herida causada por el escándalo se encuentra en el corazón de la sociedad alemana. Lo que en el fondo se ha quebrado es la confianza que existía entre los alemanes al creer que todos pagaban sus impuestos de acuerdo a sus ingresos y que gracias a ello los recursos del estado se distribuían de tal suerte que el bienestar social era algo que alcanzaba a todos por igual. Por el momento, el gobierno ha anunciado una operación sin precedentes cuyo objetivo es demostrar, mediante la detención de los “sospechosos”, la implacabilidad e intolerancia frente a los que se atreven a desestabilizar los cimientos de la sociedad por medio del fraude fiscal.
The Economist cubría esta noticia la última semana de febrero mediante un artículo en el que explicaba que la palabra Schadenfreude (“la alegría del mal ajeno”, en español) no podía haber sido inventada sino para describir situaciones como la detención de Zumwinkel, dejando entender que los alemanes se alegraban de la suerte del ex administrador del correo alemán. Sin embargo, resulta difícil de creer que verdaderamente el escándalo fiscal haya dejado espacio para alegría alguna entre los alemanes. Yo prefiero quedarme con una líneas del Der Spiegel, donde se aprecia que más que una alegría por el mal ajeno, el caso Zumwinkel ha sembrado dudas y nuevos retos en la sociedad alemana, donde "existen algunas personas que sólo quieren formar parte de ella cuando pueden sacar provecho de esa situación, de lo contrario prefieren mantenerse al margen. Esa actitud cuestiona la misma democracia en tanto que ésta espera, a cambio de las ventajas que otorga, el pago de ciertos precios, como por ejemplo la solidaridad”.
Ante el aviso del gobierno, decenas de personas han llamado a la policía para entregarse voluntariamente antes de ser procesadas por evasión de impuestos. Las protestas de los jóvenes tampoco se hicieron esperar en un país donde la vulneración a una norma fundamental se siente realmente como una ofensa contra toda la sociedad, la cual responde sin titubeos ni demoras. Por el momento, marzo parece haber traído también sus vientos huracanados en respuesta al escándalo fiscal de febrero, vientos de lucha contra esas demostraciones de individualismo que socavan la democracia, para ser precisos. Entre tanto y mientras esperamos el desenlace de esta crisis, queda la pregunta en el tintero de si este país, que alguna vez pudo pararse de su peor caída después de la segunda guerra mundial, podrá hacer lo mismo en esta oportunidad.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Advertencia a mí mismo

He empezado esta obra solo, como se empiezan todas las cosas en esta vida. Y aunque por el momento la única certeza que me acompaña es saber que el camino es incierto y que el norte de hoy podría ser el sur de mañana -lo que es propio en los escenarios de la juventud-, me invade una seguridad inquietante al reconocer que llevo en mis piernas la brújula de la libertad.
Reconocer la fragilidad de esa brújula es una necesidad antes que un deber. Hay quienes lamentan nunca haber llegado a su destino, cuando lo irónico resulta constatar en el ocaso de su historia, que nunca pudieron siquiera trazarse un punto de llegada -ahora imposible-. Pero si de algo tengo miedo esta noche es de convertirme en uno de aquellos que afirman, sentados sobre la silla letárgica de la rutina, estar andando más firmes que nunca sobre su propio camino.
Confío en que estas líneas me aparten de esa suerte.

domingo, 16 de marzo de 2008

Selber Schuld y el fraude tributario (parte I)

Entré a la sala de practicantes para buscar a Ramón y lo encontré poniéndose la casaca que solía vestir los días miércoles. Yo me puse el abrigo que solía ponerme todos los días menos el fin de semana y en seguida le hice el gesto con la ceja que significaba que ya era hora de ir por nuestro almuerzo. Bajamos por el ascensor donde nos encontramos con los diplomáticos que se dirigían a un restaurante cercano y conversamos por primera vez sobre el “pasado” académico de cada uno de nosotros -ellos pensaron hasta ese momento que yo ya había terminado la universidad-. El tema de la educación en la Universidad Católica nos agarró cuando estábamos bajando por la Mohren Straße y no tuve tiempo de explicarles a sus ahora ex-alumnos y jefes nuestros, algunas de las cosas que habían cambiado desde que dejaron la PUCP. Nos despedimos poco antes de doblar hacia la calle donde quedaba el imbiss en el que solía comer hasta hace poco menos de tres semanas y un fuerte golpe de viento helado nos castigo en la cara como para recordarnos que aún estábamos en Berlín.

Al terminar de disfrutar nuestro döner, el cual recibimos a cambio del accesible pago de € 2.50 y de aguantar el trato descortés de un turco bigotón muy parecido a Nicolás Lucar (lo cual convertía la situación en un preámbulo doblemente desagradable), nos dirigimos a comprar a Lidl, uno de los supermercados más conocidos en Alemania. Al hacer la cola para pagar en la caja notamos la presencia de una chica un tanto desorientada: ya había recorrido por más de tres veces el camino que nos separaba del cajero y parecía estar llamando a susurros ininteligibles a unas niñas que conversaban en la calle. No fue hasta que terminamos de intercambiar las primeras frases de una conversación sobre la pésima atención que brindan los cajeros alemanes, cuando la chica pegó un salto digno de condecoración en alguna competencia olímpica y nos abordó con una sonrisa de quien encuentra ayuda inesperada en medio de una situación apremiante. -¿Habláis español?, qué bueno-, (se respondió ella misma). Enseguida nos hizo un par de preguntas sobre la forma de pago en los supermercados alemanes, las cuales no se había atrevido a formular al cajero alemán no porque no supiera hablar alemán, sino por miedo a su reacción.

Fue hasta ese momento que creí que los únicos que nos desesperábamos en la cola buscando el monto exacto de lo que teníamos que pagar, para no recibir una mirada fulminante de los cajeros, éramos los latinos, africanos, asiáticos y árabes. Resultó entonces que hasta los propios europeos compraban con cierto temor en un país donde supermercados como Wong no tendrían la más mínima oportunidad de competir. Y digo esto último porque a través de la compra en los supermercados uno puede observar un cierto rasgo de la cultura alemana: la autosuficiencia. Nadie estaría dispuesto a pagar un poco más en el precio de los productos a cambio de una mejor atención. Nadie se sentiría cómodo con personas al costado que te recomiendan qué producto es mejor para tu necesidad, primero porque nadie mejor que “ellos” (los alemanes) sabe qué es lo que quieren y segundo porque de tener alguna pregunta acudirían a una de las dos personas que se encargan de acomodar los productos, así de sencillo. Sin embargo esas son razones secundarias por las que Wong no tendría éxito en Alemania, la principal es que los alemanes creen que esos empleos son un abuso. ¿Acaso no puede darse uno el trabajo de averiguar las características de los productos leyendo sus etiquetas?, o ¿resulta tan penoso acomodar en las bolsas los productos que compramos?, lo cierto es que el sólo hecho de formular estas preguntas indignarían a más de uno en estas tierras.

Mi segunda experiencia con los “cajeros” alemanes tampoco me tuvo como protagonista. En esa ocasión una francesa (seguramente estudiante de intercambio) se quedó sin efectivo para pagar en la caja. Tuvo que explicarle a la cajera, con el acento alemán más suave que he escuchado en toda mi vida, que lamentablemente tendría que ir a pedir dinero a su amiga que la esperaba afuera en la calle y que luego regresaría por sus cosas. Casi temblando, luego de ver la cara de la cajera que había aceptado su propuesta, la chica puso la mochila que llevaba para sus compras encima de la mesa de aluminio donde se colocaban todos los productos que pasaban por el lector del código de barras. Ni bien observó la mochila en su nuevo lugar, la cajera la cogió y sin importarle que hubieran cosas delicadas que se pudieran romper, la tiró al suelo con una violencia tal que no le dejó alternativa a la francesa, quien siguió su camino a la puerta, resignada y asustada. Estuve a punto de recriminarle a la cajera por el pésimo trato que brindaba cuando escuché al unísono un “selber schuld”, pronunciado por las tres personas restantes que estaban en la cola. En el acto se me desinfló del pecho toda la valentía que me había brotado por observar aquella escena y comprendí que aquellas “pequeñas” diferencias culturales que existen entre algunos países occidentales y otros occidentalizados resultan a veces significantes dependiendo del contexto. Lo que para mí era una muestra inaceptable de mal trato, no era más que una respuesta proporcional y comprensible (quizá hasta plausible) para la mayoría de alemanes. El hecho de que la chica dejase su mochila significaba que interrumpiría el trabajo de la cajera, lo cual a su vez repercutiría en la pérdida de tiempo que sufrirían los demás clientes que hacían la cola, y eso era evidentemente reprochable. Era pues "culpa propia" de la francesa haber arriesgado la integridad de los objetos que llevaba en su mochila.
Cada quien es en Alemania, responsable de sus actos y de las consecuencias que estos conllevan. Si alguien “mete la pata”, debe arreglárselas sin ayuda para salir del apuro; y no me refiero únicamente a los problemas que uno puede originar(se) en el supermercado sino en general, en la vida en sociedad. Con esto sin embargo no quisiera ocultar la ayuda que algunas personas efectivamente, suelen brindar a los distraídos que se meten en líos menores, pero resulta más exacto precisar que esta ayuda exitse más que como regla, como una excepción.

¿Existe cierto olor a individualismo en la sociedad alemana?, por lo menos para mí, sí. Pero sería preferible decir que ello es en realidad parcialmente cierto. Podría tomar bastantes ejemplos que servirían para demostrar que si bien los alemanes han hecho de la frase “selber schuld” una marca registrada que resume perfectamente su modo de observar la responsabilidad individual dentro de la vida en sociedad, eso no significa que valores como la solidaridad, la equidad y la justicia no sean apreciados, todo lo contrario. Están las huelgas de los transportistas que ningún periodista se atrevería de tildar como manifestación anti-democrática y ni qué decir de imaginarse la posibilidad de que Angela Merkel los compare con el perro del hortelano, estas huelgas acaparan la atención del ciudadano de a pie, quien trata de enterarse de las razones de la misma antes de apresurarse a lanzar alguna crítica. Están, por otro lado, las protestas estudiantiles por el alza de los “derechos académicos” que los universitarios deben pagar cada inicio de semestre o la protesta por la mejora de la estructura curricular con la que en muchas facultades no están de acuerdo; estos alumnos son escuchados ese mismo día en que protestan por los profesores de su facultad, preocupados porque se superen los problemas y porque no se pierdan horas de clase. Sin embargo no he encontrado mejor ejemplo para demostrar el aprecio por la justicia y la equidad en la sociedad alemana que el escándalo internacional sobre fraude tributario que involucra a la República Federal Alemana y al Principado de Liechtenstein, considerado por la prensa alemana como la peor catástrofe desde la era nazi.