"Lo que necesitamos son libros que hagan en nosotros el efecto de una
desgracia, que nos duelan profundamente como la muerte de una persona a quien
hubiésemos amado más que a nosotros mismos, como si fuésemos arrojados a los
bosques, lejos de los hombres, como un suicidio;
un libro tiene que ser el hacha
para el mar congelado que llevamos dentro
."

Franz Kafka


sábado, 26 de abril de 2008

La Aldea -parte III-

Cuando entraron a la cueva del norte vieron una mesa infinita, hecha de madera y ligeramente alta como para resultar cómoda para cualquier mortal. En el centro de la mesa se encontraba un viejo barbudo y lleno de arrugas que le decoraban el rostro insípido.

–Los he estado esperando desde siempre-, les dijo el viejo. –La verdad es que no sabía cuando iban a llegar, pero siempre supe que algún día su pueblo se quedaría sin agua por la avaricia de alguno de sus pobladores-, añadió abriendo los ojos.

-¡Queremos que abras la llave del sur, de no hacerlo moriremos en poco tiempo!-, se apresuró a exigir con voz de niño el jefe de la Aldea.

–Disculpe a mi padre, ha tenido dificultades en el desierto y ha olvidado decirle que estamos dispuestos a escuchar las propuestas que tenga-, añadió mintiendo Simón Chamorro.

-¡Qué grata sorpresa recibir en un mismo día a dos generaciones de Malpica en mi mesa; eso sí nunca lo hubiera imaginado, les soy franco!-, exclamó el viejo. –La verdad es que no me interesa pedirles mucho, no quiero quitarles, por ejemplo, la autonomía de la Aldea; pueden quedársela si lo desean. Lo que quiero a cambio de abrir esa llave es que los dos se queden a vivir en el pueblo de Jirones; que se queden para siempre y que no regresen nunca a la Aldea. Tienen que ser los dos o no hay trato-. Tengo que asegurarme de que ningún Malpica quede gobernando esa Aldea, pensaba en silencio.

-Lo siento pero tendrá que proponernos otra alternativa, mi pueblo no sabrá qué hacer sin mí y no puedo dejarlos a la deriva, no sería justo para nadie-, replicó con total naturalidad José de Los Santos.

Simón le jaló del brazo izquierdo y llevándolo a un rincón le cogió la cabeza con las dos manos sucias y clavándole los ojos en el alma, le recordó que había sido enviado para acompañarlo con el fin de obtener la mejor alternativa para la Aldea y no para él. Mantener la autonomía y abrir la llave era una opción soñada, casi casi imposible pero que por esos designios de la vida ahora les había caído del cielo. -¿Tú no entiendes?, la autonomía no puede entenderse sin un Malpica al mando; sería como dejar a ese río sin agua refrescante, sería la sinrazón.- le respondió José de Los Santos. -Además, ¡¿qué te hace pensar que me han envidado, ah?! , a mí nadie me ha dado ni me dará indicación alguna, ¿te has olvidado acaso con quien hablas, niño?
-Sé que Jirones les resultará extraño al inicio, después de todo casi no tiene templos, el comercio es el pan de cada día y por supuesto algunos pocos sufren de hambre, pero esto último lo estamos solucionando progresivamente. Además, a ustedes que les gusta participar en la política, podrán hacerlo ahí también; eso podría ayudar en algo a consolarlos-, se apresuró a comentarles el viejo luego de que escuchara la discusión. -¡Ya le he dicho que no existe forma de que me quede en ese pueblo, mejor piense en otra alternativa!-, le gritó enfurecido José de Los Santos mientras avanzaba hacia el viejo con una seguridad que empezaba a recuperar con cada paso que daba. Fue exactamente por darle la espalda a Simón Chamorro, que no pudo ver cuando éste le tiró la piedra que le terminó de partir el cráneo fracturado y lo arrojó inerte contra la infinita mesa de madera. -¡Niño, no sabes lo que has hecho!- exclamó con dificultad el viejo. -Más de lo que usted cree, señor.-, le respondió en el acto Simón.
Cuando se prestaba a abandonar la cueva para dirigirse a Jirones y luego de que el viejo abrió la llave sur, Simón no pudo contener la curiosidad y le preguntó desde cuándo vivía en esa cueva y a cuántos Malpica había visto desfilar por esa mesa infinita. El viejo le explicó que vivía en la cueva desde tiempos incalculables -al menos para él-, y que el único acontecimiento importante que recordaba era la fundación de la Aldea, pues a los pocos años él empezó a vivir en esa cueva. Le confesó que dejó su vida y a su familia en la Aldea; que incluso nunca vio nacer a su hijo y que harto de la vida que lo oprimía ahí, decidió mudarse a la cueva para liberar a los pobladores de la Aldea. –Sin embargo creo que me equivoqué, y de eso me di cuenta luego, justo antes de que me convenciera de que algún día volvería a ver a un Malpica-.
Se dieron un abrazo y antes de empezar a andar, Simón se volvió para recordarle al viejo que no le había dicho cuántos Malpica había visto desfilar en aquella mesa infinita. -Debería decir que he visto a dos, pero ahora estoy seguro de que solo he visto a uno.- le respondió el viejo con una sonrisa. Simón se rascó la cabeza con la mano ensangrentada y siguió su camino hacia Jirones tratando de averiguar lo que realmente había sucedido en esa cueva del norte. Al final, entró purificado -por el mismo-, a ese nuevo mundo con el que tanto había soñado durante las treinta y nueve noches en el desierto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tuve el placer de leer este texto antes de su publicación.
No puedo sino elogiar a dyer, pues sin duda la distancia, la distancia, la distancia le ha hecho fuerte, en su pluma y en el alma.

Estoy seguro que la Alemania nos devolvera un dyer más curtido, con una perspectiva distinta de todo...

Se le añora...
Sobre el texto... que puedo decir... que vendrás cambiado, en el alma y en las carnes...y la política ya no será una preocupación segunda en tus días y en tus noches.

Entonces, seremos más amigos,

te abraza vanguardistamente, este tu hermano,

m.

keep going!
NOTA: keep going significa que sigas haciendo lo que haces... y que nos dejes saberlo!