Hay personas que formando parte del paisaje
son capturadas por el lente del turista,
al momento que descubre su propia aldea.
Son estatuas que se mueven y hasta hablan.
Que carraspean viejas y conocidas quejas,
mientras en el piso arrastran el futuro con el que nacieron.
Suelen esconderlas al interior de los mercados;
de aquellos cuyo piso no es parejo para nadie
y cuyo techo al descubierto,
las deja atadas al sol que las enmudece.
En el centro de las plazas son dejadas caminar.
Y las estatuas que aprovechan cada trago de libertad,
tejen a su antojo un nuevo idioma con el que pintan el paisaje
del que esperan algún día ya no formar parte.
domingo, 18 de mayo de 2008
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