"Lo que necesitamos son libros que hagan en nosotros el efecto de una
desgracia, que nos duelan profundamente como la muerte de una persona a quien
hubiésemos amado más que a nosotros mismos, como si fuésemos arrojados a los
bosques, lejos de los hombres, como un suicidio;
un libro tiene que ser el hacha
para el mar congelado que llevamos dentro
."

Franz Kafka


martes, 23 de junio de 2009

Perder la inhibición sin voluntad es casi mágico. Sentir cómo la risa brota, cómo el tiempo se vuelve más lento o cómo todo adquiere vertiginosidad al mismo tiempo lo hace a uno desear que el orgasmo incontenible -pero lejano al mismo tiempo- nunca llegue a cometerse.

Dos amigos en la mesa, uno viejo y otro que se va haciendo en medio de la conversación. Los cigarros decoran la cantina y las cervezas son como notas musicales que acompañan la textura de las canciones que nos tejen los ojos achinados.

Todo se vuelve un éxtasis y sin embargo permanecemos sentados, conversando de Galeano, de Fukuyama, de la libre competencia y por supuesto de las tetas de F. y el derriere de CC. ¿Por qué demonios escribir "culo" a esta hora de la noche me resulta tan ofensivo con tantas chelas encima?, No lo sé, pero necesito otras Pilsen para averiguarlo.

El recuerdo de C. me invadió en plena ceremonia pagana. En medio de tantos dioses me tuvo que venir el recuerdo de su rostro engreído, de su pose de niña inmadura y por ratos faltosa. Al menos ya no me quedan más dudas, estoy cediendo ante la idea de lo que "quiero que sea", una mera idealización; pues me queda claro que ella sola por ella misma no me quitaría ni dos minutos de sueño. Al menos no hoy.

Tomar con mi amigo de toda la vida me ha puesto de tan buen humor que me tomo el trabajo de retar al sueño en plena madrugada. Salud por ti Cominges! Ha sido una gran noche!

lunes, 8 de junio de 2009

La otra diferencia, el mundo al revés

Lo que nos diferencia de aquellos países que integran el mal llamado “primer mundo”, con el que tanto goza compararnos García, no es solamente el nivel de crecimiento económico, ni la calidad de vida de sus habitantes, ni tampoco el desarrollo industrial y tecnológico que han alcanzado en los últimos dos siglos. Ciertamente existe una brecha que parece ensancharse cada vez más respecto de estas características, pero lo que en realidad dibuja nuestras diferencias de manera más nítida es la capacidad de indignarse, tan ausente en países como el nuestro.

Lo que ocurre en Bagua no sólo refleja la ausencia de indignación entre los peruanos, antes que eso, nos enseña lo extraños que nos resultamos. No existe la consideración por comprender ni por aprehender siquiera un poquito acerca del “otro”. Y ojo que al menos ahora nos hemos dado cuenta de que existe ese "otro" . Para muchos, ese otro es una banda de revoltosos que se niega a las ventajas de la modernidad. Para otros, tan solo unos mal informados acerca de las bondades que el TLC en realidad les depara. No olvidemos a Galeano: no es que los “olvidados” no tengan voz u opinión –o que deben aguardar a ser iluminados por algunos elegidos-, el problema está más de nuestro lado: es que no los escuchamos.

Como Aldo Mariátegui, muchos reclaman el derecho a votar sobre el destino de las tierras de algunos pueblos indígenas. Resulta que en el Perú la propiedad de algunos puede depender del voto de todos, mientras que la propiedad de algunos pocos puede manejar el destino del resto. Lo que estas personas no pueden imaginar es que para muchas personas no occidentalizadas, el derecho a la propiedad adquiere mayor connotación por la característica de exclusión de terceros, más que por la facultad de ser transferible. Para muchos, aunque a algunos les resulte “irracional”, la tierra significa lo que le da sentido a sus vidas, parte fundamental de su identidad, algo que sencillamente no se encuentra for sale. Por eso no debería extrañarnos que la protejan con su propia vida, esto sin embargo no justifica cualquier acto de violencia que no sea respuesta de legítima defensa.

Jean Ziegler ya lo había dicho hace algunos años con otras palabras. Lo que hace la diferencia entre países fracturados y países desarrollados puede entenderse a través de un ejercicio hipotético que por estos días puede adquirir un significado más próximo para los peruanos. ¿Se imaginan que pasaría si en Paris muriera una sola persona por falta de acceso a la salud o por no tener qué comer? Bueno pues, resulta que si en Francia muriera una sola persona por inanición, al día siguiente las calles de Paris estarían abarrotadas de personas protestando por esa absurda e intolerable tragedia y el gobierno no sabría donde meter la cabeza.

En nuestro país hay niños que hoy mismo siguen muriendo de frío en el sur. Algunos, efectivamente, vuelven a morir. Aquellos que se murieron ayer por falta de asistencia médica oportuna se mueren hoy y se morirán mañana probablemente también, y se morirán gracias al silencio cómplice o a la pasividad ridícula e insensata –pero por cierto comodona- de aquellos que los acompañamos acongojados a través de las noticias. Ya nadie protesta ni nadie se indigna en serio. Algunos mensajes en facebook y corremos a adherirnos a causas nobles; de pronto un click hace que nuestra consciencia pueda dormir tranquila y abrigada esta noche. (Esto en el mejor de los casos porque una cantidad nauseabunda de personas ni siquiera tiene idea de la ola de frío en el sur, ni de lo que pasa en Bagua). Lo cierto y triste es que mañana volveremos a abrir los ojos y correremos ávidos de noticias, para seguir apoyando, gritando fuerte a través de la red, más mudos que nunca y sin saberlo.