"Lo que necesitamos son libros que hagan en nosotros el efecto de una
desgracia, que nos duelan profundamente como la muerte de una persona a quien
hubiésemos amado más que a nosotros mismos, como si fuésemos arrojados a los
bosques, lejos de los hombres, como un suicidio;
un libro tiene que ser el hacha
para el mar congelado que llevamos dentro
."

Franz Kafka


miércoles, 22 de abril de 2009

Una mente brillante



Jaime viene nuevamente a darnos la buena nueva, diría seguramente Julio Cotler -al respecto véase el tremendo cariño que le propinó con ocasión de la publicación de su libro: "la revolución capitalista en el Perú": http://www.youtube.com/watch?v=935LKOuri54-. Hace algunos minutos el ilustrado periodista - y no lo digo necesariamente por la Ilustración- abordó en una entrevista el tema de las nuevas sanciones administrativas relativas a las faltas de tránsito.


Jaime de Althaus usó como argumento central el efecto pernicioso que generarán las altas multas que de ahora en adelante se aplicarán a quienes se pasen una luz roja o manejen con un porcentaje mayor al 0.5 gramos de alcohol por litro de sangre. Según Jaime, el peruano "promedio" no puede pagar multas de S/. 350 en el primer caso y de S/. 1,400, para el segundo, razón por la cual se verá incentivado a coimear a los policias. Su primera propuesta fue la siguiente: bajar las multas para no hacer atractiva la coima -¿cómo si ya no fuera suficientemente atractiva?-. Su segunda propuesta -con crítica airada previa a su entrevistado-: elevar el mínimo del porcentaje de alcohol en la sangre a 0.8 (como en Suiza, aunque esto por supuesto no lo sabía Jaime), pues según el preocupado periodista "0.5 podría hacer que sancionen a quien maneje habiendo tomado apenas una cerveza!!".


La idea de que elevadas multas no pueden establecerse en un país donde el promedio de la gente no cuenta con ingresos suficientes que puedan hacer frente a su pago sin poner en riesgo su "economía personal", es un argumento plenamente válido y no necesita de apelar a otros. El problema es que, y esto probablemente sí sea una noticia para Jaime, nuestro ordenamiento no exige que quienes no puedan pagar sin poner en riesgo su propia subsistencia económica, efectivamente paguen dichas multas. Por lo tanto el problema de los altos montos queda abierto para quienes sí pueden pagarlo. Pero eso no es todo, para De Althaus no es concebible que en Miami la multa sea US$100 y en el Perú sea más caro pasarse la luz roja! Parece un buen punto, al menos impacta. A esas alturas el entrevistado apeló a serenarse y explicar que en Miami el índice de accidentes no le llega ni a los talones al índice peruano, al menos en algo estamos punteando la tabla, pensé.


La disuasión a través de las multas y las penas en general es un tema que en el derecho se ha tocado tanto como en otras disciplinas tales como la psicología y hasta la economía. Este no es el lugar ni tampoco la hora para explayarnos resumiendo las principales posiciones. Traeremos a la mesa tan sólo una regla de oro: la sanción debe hacer que resulte más beneficioso para el sujeto, cumplir la regla que incumplirla. Así las cosas, si incluímos sólo a los que pueden pagar las multas sin quedar fuera de juego, parece que la premisa de Jaime apoya la medida adoptada de subir las multas: quienes puedan pagarlas sufrirán más en el bolsillo que antes.


La crítica realizada por De Althaus no es muy sólida cuando apela al incentivo de la coima. Efectivamente siempre será más útil coimear a alguien pudiendo pagar la multa, que pagarla efectivamente. Sin embargo, ¿es realmente un argumento que desvirtua la idea de multas altas? Al parecer no. La idea de transgedir las normas y coimear se aplica tanto a supuestos donde la multa es de S/. 300 como a supuestos donde es S/. 200 o menos. (i)Siempre que alguien esté dispuesto a coimear, (ii) siempre que un policía esté dispuesto a ser coimeado, y (iii) siempre que el dispuesto a coimear ofrezca menos de lo que le cueste la multa, entonces será realizable dicha coima.


El problema no es tanto el de los montos sino el del enforcement de las reglas que ya existen. La coima no puede ser un argumento, no debe serlo. La consiga debe ser la incorruptibilidad de los policías, y la tarea del estado para que esto sea una realidad es un imperativo más necesario que nunca. Mejores sueldos, camapañas publicitarias, y sobre todo cambiar la actitud de algunos miembros de la policía -pues no puede tampoco meterse a todos a un mismo saco- son tareas mínimas que ayudarían a resolver el problema que tanto nos preocupa a todos.


Otro tema distinto, y que es pertinente traer a colación, es el de la preocupación por el endurecimiento de las penas como única medida del Estado. Jaime De Althaus criticó la visión de "castigar más fuerte y más fuerte cada vez", y creo que tiene razón en eso. Elevar las penas no hará que de la noche a la mañana los delincuentes dejen de delinquir, como tampoco hará que quienes coimean dejen de coimear -y obviamente bajar las multas lo harán menos-. Elevar las penas en este contexto de fiebre de accidentes de tránsito no puede ser la única medida, aunque probablemete sea efectiva si se refuerza con educación y un cambio en la actitud de algunos malos policías. Por ello no me muestro, de buenas a primeras, en contra del aumento de las multas, aunque esto no asegure su éxito en la disuasión de las terribles malas costumbres que tenemos los peruanos al manejar.


Por último está el pedido de Jaime de subir el porcentaje de alcohol en la sangre. En algunos países como Japón y Rusia se permite CERO gramos de alcohol por litro de sangre, sí CERO. En otros países como dijimos, se permite justamente su tan deseado 0.8. El tema es que se trata de buscar un mínimo que asegure que el promedio de personas se encontrará capacitada para manejar aún habiendo tomando. Por otro lado, podría ser más dura la cosa y establecerse que nadie que tome podrá manejar teniendo un gramo de alcohol por litro de sangre. La idea es minimizar la probablidad de accidentes producto de esta actividad riesgosa. Incluso esta restricción a la libertad de manejar no sería tampoco irrazonable, sino preguntemos en Japón o en Rusia si no existen alternativas para tomar y regresar a casa de forma motorizada.
Por otro lado, es probable que uno pueda asegurar que con un six pack de cerveza en el cuerpo no siente diferencia alguna y que necesita de al menos 4 para sentirse ligeramente picado. Esto aunque parezca broma, puede resultar cierto en algunas personas, pero el punto es que las normas que regulan estas conductas no pueden hacerse a la medida de cada uno de nosotros.
No puede haber un límite exacto dependiendo de las caracterísitcas fisiológicas de cada uno porque esto resultaría esquizofrénicamente costoso de determinar. Por ello se recurren a estas medidas estándar y ciertamente no todos estaremos contentos con ellas, algunos querremos un 0.6 o un 0.7, mientras otros un poquito más, etc. La crítica se vuelve válida cuando el límite que el Estado impone a nuestra libertad es irrazonable o abiertamente injustificado. La tarea de probar esto último respecto al 0.5 de gramos de alcohol por litro de sangre se la dejamos gentilmente al ilustrado Jaimito.