"Lo que necesitamos son libros que hagan en nosotros el efecto de una
desgracia, que nos duelan profundamente como la muerte de una persona a quien
hubiésemos amado más que a nosotros mismos, como si fuésemos arrojados a los
bosques, lejos de los hombres, como un suicidio;
un libro tiene que ser el hacha
para el mar congelado que llevamos dentro
."

Franz Kafka


miércoles, 28 de mayo de 2008

El problema de los campesinos alemanes y el futuro de los productores de leche en europa

Hoy leí un artículo en la versión en línea del semanario "die Zeit" -uno de los más prestigiosos de Alemania-, acerca del problema de los campesinos lecheros. Si bien el artículo resulta muy general para poder comprender la situación actual de los productores de leche y el verdadero problema social, resulta interesante porque explica -brevemente- la protección que estarían a punto de perder los campesinos europeos y el nuevo mercado que se podría abrir para productores de todo el mundo. A continuación paso la versión en español de dicho artículo, la cual traduje en mis ratos de aburrimiento frente a la tormenta y los rayos que decoraron la tarde de hoy, el paisaje de Münster.
Los campesinos alemanes mantienen su huelga con éxito. Han dejado sin palabras al Gremio de Industrias Lecheras en el segundo día del boicot al suministro de leche. “Existe una disparidad norte-sur, cuanto más al sur, más grande se hacen las pérdidas”, dijo el miércoles el vocero del Gremio de Productores de Leche, y el Gremio Federal Alemán de ganado vacuno celebra desde ya los atractivos precios en el mercado spot.

Mientras los productores de leche se alegran y esperan recibir la ayuda de países europeos (al parecer la llamada de auxilio ha encontrado eco en gremios de campesinos productores de leche de Holanda, Suiza, Austria, Bélgica, Luxemburgo y parte de Francia), el comercio de leche no se hace todavía la idea de refrigeradoras vacías.
Oficialmente, la industria lechera se preocupa todavía poco por el boicot al abastecimiento de leche. “Los contratos entre la industria lechera y los comerciantes ya están cerrados y no se pueden romper”, dijo el vocero del Gremio de la economía lechera privada. El precio de 43 céntimos por litro de leche demandado por los campesinos no es justo en términos de mercado.
Eso, por supuesto, lo ven los campesinos alemanes totalmente de otra forma. Alrededor del globo los precios de los alimentos básicos suben, en el tercer mundo estallan revueltas por hambrunas, sin embargo quien produce leche debe aceptar actualmente una caída inaudita en el precio de ese producto, toda vez que los compradores de leche ofrecen menos de 30 céntimos por litro. Pequeños campesinos en inhóspitas regiones apenas pueden producir debido a eso.
Este fenómeno está relacionado hasta cierto punto con el alza de los precios de los alimentos básicos en la medida en que junto con el alza del cereal aumentan los costos de diversos alimentos para animales. Además, hoy en día la energía se vuelve cada vez más cara. Así, el Gremio de campesinos ya advirtió que un número considerable de agricultores tendrían que abandonar sus granjas pronto –si nada cambia-.
Un año atrás la situación se veía totalmente diferente en el establo de las vacas. En aquél entonces los productores de leche alemanes disfrutaban repentinamente del capitalismo, se sentían los engreídos del mercado mundial. El precio del litro de leche subió en aquél momento tan alto como nunca antes.
Fuerte fueron las quejas sobre la cuota de leche con la que, desde hace años, la Unión Europea limita la producción de leche de los países europeos, con el propósito de que nunca más hubiera un “mar” de leche. Muchos campesinos protestaron en ese entonces contra ese paternalismo de Bruselas. Ellos preferían producir lo que rindiesen las ubres de sus vacas.
La creciente demanda por leche en polvo ha despertado la competencia en el extranjero. Esta competencia, en contra de las reglas del mercado, ha generado que ahora se produzca más, y en consecuencia, el precio de la leche ha caído. En Alemania la situación se acentúa desde luego aún más a través de dos factores. En primer lugar preocupa la fuerza del poder de la demanda de la cadena alimenticia por presiones complementarias. Aldi –conocido supermercado alemán- y compañía pueden empujar a sus proveedores bastante rápido y masivamente hacia el borde de la escala de precios. A fin de cuentas, a ellos les quedan pocas alternativas pues la leche se descompone rápido y la competencia es grande. En segundo lugar preocupa la reforma del mercado agrario de la unión europea y sus futuras presiones.
Hasta la fecha los campesinos europeos eran protegidos a través de cuotas contra precios bajos. Cada agricultor podía producir tanta leche como su cuota lo permitía. Con eso la Comisión Europea se preocupaba porque la cantidad de leche quedase baja (en promedio) y con eso los precios, también en promedio, quedarían altos.
Estos privilegios resultan caros para los consumidores. Según la voluntad de la mayoría de los gobiernos europeos este privilegio quedaría válido máximo hasta el 2015. Por esa razón la Unión Europea recorta cada vez más y más el monto límite de producción. Esto significa que se producirá más leche y el precio bajará. Al final de esta reforma los campesinos europeos productores de leche deberán resistir la competencia del mercado mundial y por lo tanto o producirán más barato o se retirarán del negocio.

domingo, 18 de mayo de 2008

Las estatuas

Hay personas que formando parte del paisaje
son capturadas por el lente del turista,
al momento que descubre su propia aldea.


Son estatuas que se mueven y hasta hablan.
Que carraspean viejas y conocidas quejas,
mientras en el piso arrastran el futuro con el que nacieron.


Suelen esconderlas al interior de los mercados;
de aquellos cuyo piso no es parejo para nadie
y cuyo techo al descubierto,
las deja atadas al sol que las enmudece.


En el centro de las plazas son dejadas caminar.
Y las estatuas que aprovechan cada trago de libertad,
tejen a su antojo un nuevo idioma con el que pintan el paisaje
del que esperan algún día ya no formar parte.

jueves, 15 de mayo de 2008

Sin más alcohol ni cigarros, pero con un seguro al fin y al cabo

Hoy he comprado por fin mi seguro médico en Alemania. El que tenía de Perú era todo menos eso, podría incluso decir que mirarlo me producía una profunda inseguridad mezclada con retorcijos estomacales inaguantables. La historia podría empezar en aquella noche de febrero en la que me atacó por sorpresa el ardor más espeluznante que la mente se puede imaginar, pero para abreviar el asunto me remontaré al domingo pasado cuando en el tren que nos llevaba – a mi novia y a mi- a Oldenburg para visitar a su familia, me atacó por quinta vez aquel ardor insufrible. Fueron dos horas en las que sentía que el estómago se me estaba deshaciendo lentamente a pedacitos y fue tal vez por eso que cuando mi novia me preguntó si el dolor era tan fuerte como sugería mi cara, le respondí que de estar seguro que iba a tener que vivir con ese dolor por varios días contemplaría la posibilidad de acabar con el dolor yo mismo.

El dolor “pasó” – y de hecho suena chistoso utilizar esa palabra tan común para designar la ausencia del dolor, pues uno se pregunta: ¿a dónde mierda ha pasado entonces?- de un segundo a otro y sin avisar, tal y como había ocurrido en los meses anteriores. Cuando llegamos a la estación de tren, Hartmut –el papá de mi novia con el que ya no podré tomar más cerveza y me limitaré, en cambio, a jugarle ajedrez- nos recogió amablemente y me resondró casi indignado por no haber comprado un seguro con anterioridad, pues ahora cualquier consulta o emergencia costaría dinero. Aquél domingo compré mis pastillas contra la gastritis y el lunes acudí al hospital pues Katrin pudo advertir un cierto tono amarillento en mis ojos. Resultó que el ph de mi hígado –si entendí bien lo que me dijo la doctora- estaba por encima de lo normal y en consecuencia debía hacerme ver por un especialista lo antes posible.
A la mañana siguiente dejé Oldenburg con la pena que significa siempre despedirse de aquella familia –la de Katrin- tan divertida y amable, y me enrumbé junto con ella hacia Münster a buscar un gastroenterólogo. La cita la conseguí para las tres de la tarde, lo que me dio tiempo para acompañar a las doce del día a Katrin y a Reyna a la estación de tren. Ellas tomaron el tren que supuestamente yo también debería haber tomado; se fueron a Düsseldorf y de ahí tomaron un avión a Sevilla para pasar unos 7 días de relajo y de turismo merecido. El médico que me atendió fue el Proffesor, Dr., Dr. Foerster, un galeno que transmitía más seguridad que el Papa –lo cual en estos tiempos no resulta del todo un cumplido- cuyo padre había navegado en 1947 desde el puerto del Callao hasta la Polinesia en la famosa embarcación Kon Tiki para demostrar que los Incas pudieron colonizar dichas islas. El diagnóstico del Profesor Foerster fue colelitiasis y me recomendó un nuevo examen de resonancia magnética para poder determinar recién después, el tratamiento que debería seguir.
Lo que no me dejó tranquilo fue la posibilidad que deslizó el hijo de tan ilustre vikingo de hacerme una operación. Y no me dejó tranquilo no por el miedo a la operación misma sino por miedo al costo. Durante el martes y la mañana del miércoles yo parecía un alma en pena merodeando por mi casa: estaba sin ganas de terminar Memorias de mis putas tristes de Gabriel García Márquez, sin apetito, sin ganas de jugar wining y por último y lo que es peor, sin ganas de escribir nada. Llamé aquellos dos días a la central de Euroamerican Assistence -ojo que ese "seguro" me lo enyucaron en Intej- y la señorita cuyo nombre acabo de botar a la basura –que es donde debe sentirse sumamente cómodo- me negó la asistencia médica de emergencia aduciendo que ellos tenían “sus procedimientos” y que como ya había empezado a tratarme de forma privada, debía continuarlo así. Yo le respondí que en el contrato decía que uno podía prescindir de la llamada a la central antes de ser atendido médicamente en los casos de extrema urgencia, y le añadí que podía enviarle la factura del hospital si así lo deseaba, pero ella se quedó muda por unos segundos y repitió lo que su jefa le soplaba al oído. Yo ignoro si aquella señorita cuyo nombre yace en el jardín más digno que pude encontrarle puede realmente dormir tranquila sabiendo lo que hace para ganarse la vida: poner en riesgo la de los demás.
En fin, todo esto -como dice Martín Soto- ha terminado por volver a cambiarme. El hizo hace unas semanas una radiografía de mi paso por la facultad de derecho y me permitió conocerme un poco más a través de esas líneas que no han perdido la sinceridad y la elocuencia que lo han caracterizado siempre. Han venido preguntas viejas a mi cabeza y eso es algo que le estaré profundamente agradecido por siempre a la gastritis, a la colelitiasis y a Martín. Espero poder responder a esas preguntas pronto o quizá mejor que eso, prefiero que esas preguntas le abran el paso a nuevas y más incisivas preguntas. De momento me queda disfrutar de la tranquilidad que siento al saber que no estoy al “pecho calato” en Alemania y de recuperar el tiempo perdido y los contactos que he dejado estúpidamente de lado.

No logro evitar la sensación de verme como un estúpidamente afortunado en medio de tanta miseria lejana.